Por:Manuel Villabella
El tinajón camagüeyano hace tiempo que pasó a ser una pieza de museo. No es que haya renunciado a ser un objeto de utilidad.

Aún en las vetustas casonas del Puerto Príncipe de antaño, las de traspatios enormes y enredaderas perfumadas, en las que se enseñorean solitarios o en camadas, rinden una función social porque siguen siendo aprovechados para almacenar el agua.

Si no, que me desmientan los poseedores de estos panzudos amigos, eficientes auxiliares en los días de seca que sufrimos hace algún tiempo.
Foto: Tinajones en camada

Sin embargo, el tinajón no es privativo del Camaguey. En Jamaica cuentan que también proliferan y constituyen un enigma. Lo cierto es que nuestros tinajones, los primeros, parece que nos llegaron de España; algunos aseguran que trasladando aceites.

Los principeños, que todo indica no acostumbraban usualmente a perforar pozos, comenzaron a usar las vasijas para almacenar el agua de lluvia, al igual que hacían con los llamados aljibes.

Se dice que cuando caían los primeros aguaceros, en el mes de mayo, se lavaban los tinajones y el agua comenzaba a almacenarse en los segundos aguaceros.

Con este sistema, aseguraban nuestros abuelos, se evitaba el “embuchado”, como llamaban a las nauseas y vómitos que provocaban estas infectadas primeras aguas, que de paso limpiaban las polvorientas canales que morían en el tinajón.

Los artesanos, alfareros camagüeyanos, al ponerse de moda el tinajón, comenzaron a fabricarlos, respondiendo así a una gran demanda y convirtiendo la producción de los artefactos en un medio de vida nada despreciable por aquellos años.

Indica la fecha de confección del tinajón, correspondiente a 1837Aun hoy día podemos descubrir algunos de los nombres de aquellos fabricantes, inscriptos en sus obras utilitarias. No son escasos, en ocasiones, adornos ornamentales en los vientres o bocas de los tinajones.

En la primera intervención norteamericana a la isla, en diciembre de 1900, las autoridades yanquis realizaron un inventario de los tinajones existentes dentro de los límites de la ciudad de Puerto Príncipe; se cuantificaron un total de 16 483.

Los tinajones camagüeyanos, únicos que en cantidades notables proliferaron en el país, fueron arrancados de sus patios y trasladados, como ornamentos, a otros lugares, fundamentalmente a La Habana e incluso a algunas ciudades de Estados Unidos.

Los tinajones, joyas de nuestro pasado colonialEl triunfo de la Revolución salvó estas valiosas piezas de nuestro patrimonio cultural. Notables alfareros del patio, entre ellos el artista de la plástica Nazario Salazar, pudieron desentrañar los métodos utilizados por los viejos artífices del Puerto Príncipe, para dar vida a lo que constituyen hoy día unas joyas de nuestro pasado colonial.

Cerremos este comentario citando a nuestra poetisa Aurelia Castillo, que recordando los tinajones de su niñez, en su casona de la calle Cristo, escribió:

Agua santa de este suelo
En el que se meció mi cuna,
Agua grata cual ninguna,
Que bajas pura del cielo.
Yo te beso con anhelo,
Casi con mística unción,
Pues creo que tus gotas son
De mi madre el tierno llanto
Al ver que te quiero tanto,
Camaguey, tu corazón.

Escritor, periodista e investigador de temas culturales camagüeyanos. Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro. Hijo Distinguido de la Provincia de Camagüey
(http://www.ohcamaguey.co.cutradiciones_y_leyendasel_tinajon_camagueyano.asp)